miércoles, 25 de junio de 2008

América Latina reclama un replanteamiento del periodismo

Por: César Eduardo Pérez

Publicado en la edición 319 (del 22 al 29 de junio de 2008) del semanario La Univerisdad del Zulia, Maracaibo, Venezuela.


Quizás es demasiado lo que los periodistas nos atrevemos a escribir sobre los demás, pero muy poco lo que escribimos sobre nosotros mismos. Criticamos, interpretamos, analizamos, informamos, opinamos… La flexibilidad y versatilidad de la pluma da para todo. Pero a la hora de escribir sobre nosotros, de adentrarnos en nuestra profesión y en los entramados del oficio, la pluma se seca.

Son innumerables los temas que los periodistas tratamos hablando de los demás, desde una óptica exterior –o interior en algunos casos– en los que cada uno ofrece visiones diferentes. Un mismo tópico es abordado de distintas maneras por cada periodista. Esa naturaleza es marcada también por un gran signo: la línea editorial que sigue el medio para el que trabaja.

Así, cada medio comienza a desarrollar un estilo y una signatura que lo caracteriza. Un canal de televisión, una estación de radio, un periódico, una revista o cualquier otro medio, junto con su plataforma, define estrategias en las que difunde los mensajes a su público. En el caso particular de aquellos que trabajamos con el lenguaje escrito, en los medios impresos utilizamos formas y estilos para presentar nuestros trabajos. Pero ¿qué ocurre cuando lo que escribimos está orientado a hacer un llamado reflexivo a nuestros colegas y eso nos genera enemigos?

Esta interrogante junto con otras pretenden ser respondidas en este trabajo. Aunque no estamos hablando de algo nuevo y menos aún descubriendo una nueva teoría del Periodismo, lo que queremos es hacer un llamado a la reflexión de lo que estamos haciendo con nuestra profesión.

Los géneros degenerados

En la escritura periodística –quizás por el trabajo que desarrollamos durante años– son muchos los colegas que arrastran vicios tanto en el uso del lenguaje como en el manejo apropiado de los géneros periodísticos. De esta forma se descuida el uso de géneros importantes para presentar la información desde una óptica más reflexiva que contribuye a la construcción de una sociedad con valores que van mucho más allá del lucro.

Hay periodistas que hacen reflexiones sobre el establecimiento de los géneros. Existen quienes aseguran que el Periodismo seguirá existiendo aunque las personas desconozcan las clases de géneros periodísticos que utilizan. Es como decir que una persona habla en prosa y no lo sabe. Muchas de estas premisas se las debemos a las definiciones y expresiones –un tanto vagas y diversas– de cada género.

Por supuesto, en esto también han tenido mucho que ver los medios. Hace unos años el periodista polaco Rysarzard Kapucinski –uno de los mejores reporteros de nuestro tiempo– hizo unas reflexiones sobre la adulteración de nuestra profesión que merecen ser compartidas: “El imperativo del beneficio económico ha reemplazado en los medios a las exigencias cívicas prioritarias” y –quizás la más importante– “En los debates sobre los medios se concede una atención excesiva a los problemas técnicos, a las leyes del mercado, a la competencia, a las innovaciones y a las audiencias, y una atención insuficiente a los contenidos”.

Reivindicación de la crónica
En este trabajo de interpretación y reflexión quisimos hacer una pausa para tratar de presentar un género que ha caído en desuso para algunos periodistas mientras muchos otros intentamos rescatarlo: la crónica.

Inicialmente la palabra crónica proviene del latín chronicus o del vocablo griego khrónos, que significan tiempo. Esta naturaleza, reservaba a la crónica sólo para relatar hechos en el orden del tiempo. De esta forma se le ponía una camisa de fuerza a este género, que en el periodismo moderno es mucho más flexible.

Además, es pertinente la afirmación del escritor argentino Tomás Eloy Martínez: “La crónica es el único territorio donde combaten con armas iguales la realidad y la imaginación, la destreza verbal con el lenguaje voluntariamente descuidado”.

Al igual que otros géneros periodísticos, tal como lo asegura la periodista colombiana María Teresa Ronderos, la crónica tiene como misión primordial informar sobre hechos noticiosos de actualidad. “La diferencia es que el cronista narra los hechos con tal nivel de detalle que los lectores pueden imaginar y reconstruir en sus mentes lo que realmente sucedió”.

Las fuentes y el contraste en ellas es de suma importancia para presentar un buen relato. Hoy contamos con una cantidad de periodistas que incurren en irresponsabilidades y se conforman con una sola versión de las fuentes. En la crónica deben contrastarse más fuentes y el redactor deberá documentarse de tal manera que pueda jugar con otros recursos.

Quizá en los periódicos de América Latina, y en particular en los de Venezuela, la crónica se utilizó como un “género estrella” en aquellos que circularon a finales de los años setenta, toda la década de los ochenta y entró en decadencia a partir de los noventa. Este fenómeno llegó al país como una réplica del llamado nuevo periodismo –que combina a la literatura con lo mejor del Periodismo– que entró en furor en los Estados Unidos a finales de los años sesenta con la publicación de la novela de no ficción A sangre fría de Truman Capote.

La crónica periodística es quizás uno de los géneros más cercanos a los latinoamericanos y tal vez por eso es el que presenta múltiples definiciones. Sin embargo, por la pérdida de espacio de la crónica y de trabajos de interpretación, surgen otras publicaciones que vienen a reivindicar estos géneros que permiten una forma de hacer un periodismo diferente, serio y responsable.

A juicio de Julio Villanueva Chang, el editor de la revista peruana Etiqueta Negra, la crónica es “el sentido común del futuro. Un relato bien presentado, con suficientes datos y con el ingenio de un buen redactor puede causar impacto aunque el tema sea minúsculo”.

Espacios para el nuevo periodismo
A partir de estas preocupaciones de muchos periodistas –y otros profesionales dedicados a la edición de publicaciones– surgieron en América Latina durante los años noventa una serie de revistas que trataban temas de interés colectivo. Algunos productos resultaron exitosos, otros fueron un fracaso.

México, Colombia y Perú son quizás el ejemplo más palpable en lo que a productos editoriales dedicados al nuevo periodismo se refiere. Gatopardo, Semana y Etiqueta Negra son las revistas más conocidas en el mundo periodístico latinoamericano. Venezuela se ha quedado atrás en el desarrollo de este tipo de géneros, quizás porque algunos periodistas no se atreven a enfrentarse a formas poco convencionales de información y opinión, dejando poco espacio para la interpretación. En los años ochenta la crónica tuvo presencia en medios venezolanos que hoy lamentablemente desaparecieron o cambiaron de política editorial.

Nuevas tendencias: el caso Etiqueta Negra
En mayo de 2008 en la Universidad del Zulia, Universia Venezuela efectuó el foro Hablemos del futuro. Tendencias de la comunicación social. A la actividad, que contó con el respaldo de la Fundación Banco de Venezuela Grupo Santander, asistieron profesionales de la comunicación y editores de medios de México, España, Perú y Venezuela.

Julio Villanueva Chang, editor de la revista peruana Etiqueta Negra, –aunque no es periodista– presentó la ponencia Cómo ganar enemigos haciendo una revista. En este trabajo, Villanueva plantea que hoy por hoy es necesario “hacer periodismo para periodistas. Es urgente salir de esa fórmula que vende noticias a partir de las desgracias de otros. Se trata más bien de que a partir de un tema, sea político, económico o de cualquier otra índole, se desarrolle un trabajo que aparte de informar permita que la gente llegue a una conclusión sin necesidad de conducirlos a través de estrategias burdas en la escritura”.

Para Villanueva en Etiqueta Negra se eligen temas no para que la gente reaccione hacia determinado punto de vista. “En la revista tratamos de convertir un tema. El truco está en cómo se cuenta. Desde ese punto es urgente que en el periodismo de hoy reivindiquemos la crónica, cosa que en los actuales medios impresos no se hace y somos muy pocos quienes nos dedicamos a narrar desde otra perspectiva, más humana y que aporte a la sociedad en la que estamos”.

Etiqueta Negra fue fundada en Perú hace poco más de seis años y ya lleva 52 ediciones en su haber, además de ostentar el Premio de la Fundación Nuevo Periodismo. Lo curioso de estos datos es que esta revista es exitosa en un país que, después de Haití, tiene el índice de analfabetismo más alto de América Latina. Es una revista de corte internacional enfocada en lo local e inscrita en un contexto global. Es decir, que los trabajos que se presentan, aunque son historias locales, pueden tener reflejos o réplicas de situaciones en otras regiones del mundo. En ella la crónica es el género por excelencia para mostrar los trabajos.

A juicio de Villanueva, en Etiqueta Negra los periodistas y quienes escriben van más allá del simple principio de objetividad. “Es absurdo hablar en nuestros tiempos de objetividad. Hemos visto unos tantos desatinos en el manejo de ciertos temas que obviamente hacen reconducir el concepto de objetividad basado en el comportamiento humano. Un periodista más que objetivo debe ser honesto con lo que escribe, con la información y con sus fuentes”.

Pensar en un nuevo periodismo en revistas como Etiqueta Negra ha hecho que los editores ganen enemigos cuando las realizan. Muchos de esos enemigos son nuestros propios colegas. “Son los mismos periodistas quienes atentan contra esta forma de hacer un periodismo, serio, responsable, de principios, desde una visión humanista que pretende que un mensaje llegue sin distorsiones, y eso se logra con instinto y sentido común”.

En esta semana, cuando celebramos el Día Nacional del Periodista, hacemos un llamado a la reflexión a todos los colegas para replantear y dar una nueva orientación al periodismo que realizamos desde nuestro trabajo. No es tarea fácil pero ya el camino ha comenzado a andar en nuestros países. Reivindicarnos con nuestra profesión es algo que urge en nuestra sociedad latinoamericana.

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